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Por qué es difícil delegar en un proyecto propio

14 de abril de 2023 - 12:39

Por Facundo Eneas Gárriz. Delegar es una de las tareas que solemos dejar para lo último. Por falta de seguridad, por miedo a que falle o por no encontrar a la persona adecuada.

Es más fácil hacernos cargo nosotros que aprender a supervisar a otro.

Pero los negocios solo crecen cuando el desafío es abarcable, sino terminamos ahogándolo.

Como emprendedores creemos que todo tiene que pasar por nosotros.

Si bien de a poco vamos compartiendo la montaña de pendientes con personas que conocemos de la vida, otras que contratamos por su CV y algunos que nos acompañan desde el inicio del negocio; nunca parece ser suficiente.

Es fácil pedirle a alguien que haga una carga de datos por nosotros, que maneje los mails, que ordene los depósitos.

Con el tiempo y el crecimiento vamos a delegar el trato con proveedores, las entrevistas para personal operativo y hasta el manejo regular de los bancos.

Pero lo hacemos sabiendo que nada de eso va a terminar de confirmarse si no hay una llamada telefónica, una reunión o un aviso por mail sobre todo lo que sucede.

El famoso delegar sin delegar

Yo tenía mis negocios de franquicias ya iniciados y llegaba el momento en que tenía que empezar a delegar las tareas operativas.

Con mis más y mis menos, la verdad es que lo fui haciendo.

Una persona para las compras, encargadas para que la operación funcione bien e incluso una agencia de marketing para manejar las pautas publicitarias y eventos.

Pero mientras todo eso sucedía, la marca propia que estábamos generando hacía un año (una cafetería en Palermo) era el pequeño bebé que no soltaba. Yo pretendía que ahí las decisiones pasaran todas por mí.

De hecho ni siquiera pensaba poner un encargado para que los empleados se refieran.

Directamente conmigo, todo conmigo.

Podrán adivinar que el fracaso no tardó en llegar. Tuve la suerte de conseguir empleados que se pusieron la camiseta y sacaron el negocio adelante, pero que rápidamente se cansaron por mi falta de decisión y abandonaron el barco.

Necesitaba un capitán si pretendía seguir a flote. No alguien que maneje los bancos, haga órdenes de compra, Excel o atención al cliente.

Necesitaba que venga a tomar las decisiones que hacía falta, a poner el orden que no estaba poniendo.

No tenía amigos para eso, no quería involucrar a ningún familiar e internamente ningún empleado estaba para ese desafío.

Así que con ese rarito dolor en el ego, lo fui a buscar al mercado. Diez entrevistas después encontré el perfil.

Al principio todo fue alivio. Vi que mi día a día calmaba y las cosas funcionaban mejor. Pero algo empezaba a generarme ruido.

Mi celular ya no explotaba. Esa persona contratada apenas me pedía una reunión cada dos o tres días con varios temas por tratar y en los que me exigía lineamientos a seguir.

No quería que tome decisiones por ella, sino que le diga cómo las tomaba así ella podía usar el mismo razonamiento de acá en adelante.

Y así fue como el “poder” empezaba a pasar de un nombre a otro. Y yo no perdía mi lugar, es imposible que lo pierda, pero tener esa persona me exigía controlar las variables y ya no ser el responsable de las mismas.

Dolió ahí donde está el ego del emprendedor

Casi que por momentos (exagerando) me hubiese gustado que cometiera algún error para poder decir “vieron que yo necesito seguir estando”.

Pero descubrí que cuando hubo errores no quise regocijarme, sino sentarme a pensar líneas de acción en caso de que vuelva a pasar.

Que a cada problema, yo pensaba en el largo plazo para que la próxima no fallemos, empecé a entender el concepto de costo hundido y de planificación del negocio.

No es calidad de vida o tiempo libre lo que gané, sino calidad de negocio y capacidad de resolución.

Ahora trato de aplicar ese aprendizaje para el resto de la empresa.

Buscar una estructura que delegue la toma de decisiones: el verdadero delegar.

Crecer sin hacerlo es ir dejando un poquito la vida en ello, y a fin de cuentas, un emprendimiento es un negocio y tenemos que tratarlo como tal.

Por suerte sigo yendo a terapia.


Facundo Eneas Gárriz es redactor de SOMOS PYMES y emprendedor.
@eneas_escritor (instagram)

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