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ONU

La crisis climática agrava los riesgos de inseguridad alimentaria en Latinoamérica

Los niveles de hambre aún están por sobre los índices previos a la pandemia.

Somos Pymes | Redacción Somos Pymes
Por Redacción Somos Pymes 27 de enero de 2025 - 19:00

Asimismo, un 50 por ciento se considera vulnerable porque tienen una mayor probabilidad de sufrir impactos en sus índices de subalimentación debido a estos fenómenos.

Así lo mostró el Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024, publicado el lunes por Naciones Unidas (ONU).

Riesgos de inseguridad alimentaria en Latinoamérica

"El cambio climático es hoy un problema igual de serio que la inseguridad alimentaria, donde la realidad cotidiana implica la ocurrencia de eventos climáticos extremos, frecuentes y de alta intensidad", expresó la directora regional de la División de América Latina y el Caribe del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), Rossana Polastri.

"Por lo tanto, los sistemas alimentarios no pueden continuar operando como operaban antes, sin tener en consideración que este cambio llegó para quedarse", subrayó la especialista.

Según el documento, el hambre en la región afectó a 41 millones de personas durante 2023, lo que representa una disminución de 2,9 millones de personas respecto de 2022 y 4,3 millones de personas en comparación a 2021.

Sin embargo, existen disparidades entre las subregiones: en el Caribe, el hambre fue aumentando en los últimos dos años, para llegar al 17,2% de la población, mientras que se mantuvo relativamente estable en Mesoamérica, con un 5,8%.

Si bien a nivel regional se evidencian mejoras, los niveles aún están por sobre los índices prepandémicos.

El estudio de la ONU alertó sobre la necesidad de desarrollar sistemas alimentarios "resilientes" que asimilen de forma rápida y eficiente el carácter ineludible de la crisis climática, cuyas expresiones más extremas tienen lugar en distintos puntos de la región.

El informe reveló que, entre 2019 y 2023, la prevalencia de la subalimentación aumentó un 1,5% en todos los países afectados por la variabilidad climática y los eventos extremos.

La situación es peor en aquellos países que experimentan recesiones económicas. Las poblaciones más vulnerables se ven afectadas de manera desproporcionada, porque tienen menos recursos para adaptarse.

La disponibilidad de recursos, ya sean tanto en materia de créditos, infraestructura y proyectos de inversión, es uno de los principales puntos para trabajar la resiliencia de los sistemas alimentarios a nivel regional, explicó Polastri.

"Hoy estamos tratando de incluir en diferentes proyectos de inversión algunas intervenciones que son de rápido alcance y otras que demoran un tiempo más. Hablamos de infraestructuras de riego y transporte, de sistemas informáticos y de alertas tempranas que permitan anticipar y prevenir eventos climáticos, todos elementos que pueden ayudar a mejorar la resiliencia", identificó la experta.

Respecto a la inseguridad alimentaria moderada o grave, la región también demostró avances por segundo año consecutivo.

En total, 187,6 millones de personas en la región experimentaron inseguridad alimentaria, 19,7 millones menos que en 2022 y 37,3 millones menos que en 2021.

Condiciones de la producción

Según la ONU, la reducción de estos índices se explica por la recuperación económica de varios países de América del Sur debido a programas de protección social, esfuerzos económicos postpandemia y políticas específicas destinadas a mejorar el acceso a los alimentos.

No obstante, los datos muestran que hay grupos rezagados: comunidades rurales y mujeres que se ven afectados de manera más pronunciada por la inseguridad alimentaria y están más vulnerables a eventos climáticos extremos; esto, en una región donde la brecha de género sigue siendo más elevada que el promedio global.

"Un tercio de los alimentos consumidos a nivel mundial son producidos por la agricultura familiar o pequeña escala. Esto se puede extrapolar a Latinoamérica o al menos vamos a estar muy cerca. En particular en el Caribe, hablamos de islas pequeñas en desarrollo, donde la principal actividad económica son los servicios, por tanto la inversión en agricultura no ha sido necesariamente priorizada", precisó Polastri.

"Problemas como la salinización de la tierra, la erosión costera y shocks, como ocurrió durante la pandemia, ya están golpeando estos territorios, que dependen mucho de la importancia de alimentos", afirmó.

Respecto del impacto en las mujeres de la región, la funcionaria apuntó que este grupo tiene menos acceso a activos como la tierra mientras son jefas de hogar en un gran número de familias de América Latina y el Caribe.

"Las mujeres tienen que atender a la familiar, al adulto mayor, atender su tierra, de la que muchas veces no es propietaria, por tanto no puede acceder a crédito. Apuntamos muchos proyectos a actividades de empoderamiento de las mujeres en las decisiones de inversión, asociarse y construir capital social", esgrimió Polastri.

Huracanes, deslizamientos de tierra, inundaciones y sequías fuertes y prolongadas son algunos de los eventos que durante los últimos años han aumentado su frecuencia e impacto a nivel regional.

En ese contexto, fortalecer la resiliencia de los sistemas alimentarios, es decir, su capacidad de anticipar, prevenir, absorber, adaptar y transformarse con base en esta nueva realidad es clave de cara al futuro.

"Necesitamos acciones inmediatas para promover la recopilación de datos y evidencia para identificar las políticas y acciones más efectivas para enfrentar la variabilidad climática y los extremos", dijo por su parte el subdirector general y Representante Regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para América Latina y el Caribe, Mario Lubetkin.

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