Por Guso Saint Martin. La comunicación es esencial en cualquier tipo de organización, con o sin fines de lucro. Así y todo, solemos caer en una desvalorización del tema minimizando su impacto en el negocio.
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SUSCRIBITEPor Guso Saint Martin. La comunicación es esencial en cualquier tipo de organización, con o sin fines de lucro. Así y todo, solemos caer en una desvalorización del tema minimizando su impacto en el negocio.
No dialogar o hacerlo defectuosamente, es nocivo para la productividad y por ende a la rentabilidad de la empresa.
En la columna de hoy, vamos a desgranar los efectos negativos de no generar un diálogo sano, abierto y productivo.
Un tema que tanto dueños como gerentes de PYME deben hacer foco para poder usar al diálogo como una herramienta de gestión poderosa.
Lo que tenemos que tener claro es que muchas veces caemos en la ilusión del diálogo, cuando lo que estamos transitando son monólogos de personas que hablan pero no se escuchan. Y escuchar va más allá del hecho biológico de oír.
La escucha es oír + interpretación. Dos personas hablando no necesariamente es diálogo. Dos personas queriendo tener razón, son dos personas que no se escuchan, dos personas que monologan.
Las sumas de monólogos no generan diálogo, genera ruido y mayor desconexión.
No genera confianza, ahuyenta la creatividad y bloquea el crecimiento colectivo para ser un equipo de alta performance comprometido con la impecabilidad.
Dialogar es poner un tema sobre la mesa y que cada persona que hable aporte su mirada, su conocimiento, experiencia con el único fin de elevar la conversación.
La diversidad de opinión es lo más nutritivo para personas que no buscan tener la razón, sino que están comprometidas en terminar el diálogo en un nivel superior al que estaban cuando lo iniciaron.
Entonces, el diálogo nutritivo es el que eleva el tema del que estamos hablando.
Los nutrientes son múltiples, tantos como personas formen parte de este maravilloso rito que trae como resultado más proactividad y lo podemos ver tangible en el ecosistema productivo.
Cada día, con efectividad en la coordinación de acción, esto trae consigo menor tiempo dedicado a la tarea, ergo lograr economía de recursos, logramos austeridad de pasos, hacemos lo mismo en menos tiempo.
Eso es hacernos tiempo en la agenda que antes no teníamos, elevamos la gestión del tiempo, nuestra red de compromisos también recibe el efecto de este cambio y si ganamos tiempo, ganamos rentabilidad porque pasamos a ser más rentables.
También logramos un cambio en la emocionalidad base, donde antes existía agobio, ahora hay varias horas semanales que antes ocupabas en una tarea que te llevaba más tiempo y te dejaba de cama.
Esto abre el camino a la lucidez. La lucidez es fundamental para llevar al éxito a la gestión. Pero, es común jugar contra ella.
El agotamiento nos aleja de la lucidez.
Y alejarnos de la lucidez es pegarnos tiros en los pies, es como publicar la clave del homebanking en las redes.
Desde ya que el diálogo nutritivo no genera esto espontáneamente. Ni que lo debe generar solo el líder, es un trabajo de crecimiento individual que terminará impactando colectivamente. Eso es empowerment.
Eso es empoderamiento. Eso es la siembra de nuevos líderes. La expansión del negocio, el florecimiento de la creatividad empresarial.
El diálogo es constitutivo de un equipo de alta performance. Es esencial para trascender nuestras limitaciones. Es el entramado básico para ser una organización inteligente que aprende de la experiencia.
Lo adjetivo nutritivo para que quede clara la responsabilidad de cada persona del equipo, para que cada persona del ecosistema tenga claro que es nutriente de ese diálogo que elevará a la empresa al siguiente escalón.
Porque si un diálogo nutritivo la experiencia de aprendizaje organizacional se frustra.
Es fundamental entender que no hablar un tema no nos aleja del tema ni que deje de existir.
Es una conversación de pasillo, entre dos o más, es un entramado que se murmura extra oficialmente. Un “off the record” que carcome la productividad, rompe la confianza e impacta en la coordinación de acciones, generando una emocionalidad base negativa para el ecosistema productivo.
El miedo de no hablar algo nos puede llevar a un horror cuando sufrimos las consecuencias del silencio.
La factura que nos pasa el negocio es un karma que se paga donde más duele, se paga con rentabilidad, se paga con alta rotación de empleados, se paga con gente trabajando a desgano, arrastrando los pies para avanzar hacia las metas, es el triunfo del “medalosmismo”.
La red de compromisos que es la empresa se daña y la confianza se esfuma.
En la empresa gana el “quintapropismo”, cada uno empieza a “cuidar su quintita”, su gerencia, su puesto y los nutrientes de la productividad desaparecen.
Ser equipo de esta forma no es más que una banda de solistas, una sálvese quien pueda, los equipos piensan más en renunciar que en aportar una idea potable para generar mejores resultados.
En este tipo de ecosistemas abunda el diálogo tosco, friccionado, áspero, redundante, concentrado en las carencias de la empresa, lejos del pensamiento creativo, lejos de lo productivo, lejos de un futuro mejor.
Guso Saint Martin es consultor organizacional PYME en gestión del cambio y coaching ontológico. Lanzó el ebook “Monsters in the Company”