Supongo que todos pasamos por esta angustiosa pregunta, que de vez en cuando llevo a terapia y me sirve para ordenar mis ideas. En esta columna hemos hablado de delegar y medir la productividad como líder, y ambos pasos en mi carrera de emprendedor me llevaron a esta pregunta.
De a poco empezamos a sentirnos expulsados de nuestro propio lugar. Como si empezáramos a molestar, porque quienes antes nos necesitaban, ahora se empoderan y tienen herramientas para trabajar sin que estemos ahí para controlarlos. Y nosotros tenemos nuestro panel de control para saber si el tren sigue en sus vías. Entonces:
¿Puede la empresa vivir sin mí?
Les traería de vuelta algún diálogo con mi terapeuta, pero no creo que sea del todo ético. Pero puedo contarles un chat que tuve con un colega que estaba en la situación opuesta complementaria a la mía.
Yo sufría que de a poco quedaba afuera de todo, y esta persona sentía que no podía zafarse de ninguno de los quilombos de su empresa.
Traté de convencerlo que no podía estar en esa situación, que tenía que dar un paso al costado, porque en definitiva ninguno de los problemas se estaban solucionando (y alguno de esos encima afectaba a mi empresa, porque teníamos relación comercial).
Esta persona me daba la razón, pero me decía que era imposible pensar en alguien para que lo reemplace.
Y claro que lo era, si todo estaba hecho a su comodidad. Le dije algunas de las cosas que me habían servido, pero su empresa era algo más grande y esto me daba a entender que capaz si yo me seguía haciendo esta pregunta tarde o temprano iba a estar en el mismo loop.
Corté este chat porque claramente yo no era el consultor que él necesitaba. Y me quedé yo con la pregunta que me atormentaba:
¿Puede la empresa vivir sin mí?
La respuesta egocéntrica es que no. Que somos el motor, porque fuimos quienes la hicimos y quienes en definitiva vivimos de sus ganancias (no nos hagamos los héroes de la patria).
Pero la respuesta racional me decía que el camino que había emprendido con la delegación y la digitalización era el correcto. Que de esta forma, avanzaba sin necesitarme.
Y la pregunta se dio vuelta, como suele pasar cuando uno tiene revelaciones.
¿Puedo yo vivir sin la empresa?
Si tu respuesta es no, seguí esta columna que te ayudará a tener herramientas para que no te pase. Y acto seguido acordate de esas cosas que te divertían de chico y empezá a darles lugar en tu agenda.
Si podés hacerlas en soledad, si pueden ser desinteresadas de cualquier monetización y si pueden ser sostenibles en el tiempo, mejor.
Porque la empresa puede vivir sin vos.