Siempre tenemos el sueño de comprar una máquina que puede mejorar sustancialmente la dinámica de la empresa, o alguna inversión en instalaciones que mejorarían notoriamente la operación. Porque mejorar siempre es posible, a pesar de que muchas veces el contexto argentino no sea el ideal, el emprendedor encuentra la forma y crea nuevos horizontes para su negocio. Pero no siempre es eso lo que necesitamos hacer.
Hace un tiempo leí que el 90% del dinero no es producto de la economía real, sino de los resultados financieros. Dejo por acá el estudio que avala esta columna, pero para ser más llanos, esto quiere decir que la mayor parte de la plata que circula en el mundo se genera en los mercados financieros, lejos del mundo productivo en el que nos movemos la mayoría de los emprendedores.
Claro que eso no me hizo pensar que los esfuerzos de la economía real fueran en vano, mucho menos que tenía que vender todo para jugar la timba de las acciones. Pero sí me hizo pensar en cuán lejos estaba mi negocio de insertarse en el mundo actual.
Para los emprendedores, invertir es todo aquello que hace crecer la empresa.
Y quizás sea cierto, hasta necesario entenderlo así para los primeros estadíos de un proyecto, cuando ni siquiera es que invertimos recursos propios sino que nos endeudamos.
Pero cuando la cosa empieza a rodar, ya el dinero empieza a ser un bien de cambio.
Entrar a una banca de inversión para proteger ese nuevo bien que tenemos, a veces parece una actividad que no entra en nuestro scope.
Una actividad no propia de personas que tenemos que pagar sueldos con inflación de dos dígitos y unas elecciones a la vuelta de la esquina.
Pero mientras nosotros tratamos de armar el jenga de emprender en Argentina, nuestra plata no puede estar ahí esperándonos a que decidamos firmar un cheque o una transferencia. Ella tiene que hacer lo que sabe hacer: multiplicarse.
Y no hablo de grandes inversiones o desarrollos a largo plazo.
A veces es ese cheque de un proveedor que entró y no lo vamos a usar por un mes, es esa diferencia de caja con pagos al contado y proveedores que cobran en quince días, incluso esa poca plata de cosas que compramos con tarjeta de crédito. Esos montos que no son ahorros, pero son la liquidez que, alguien que sabe, la puede hacer crecer.
Hoy los asesores financieros están a la orden del día y sin esperar a grandes magnates de las industrias mundiales. Vos, yo, un amigo, los pequeños ahorristas somos los que tenemos que entrar a este mercado que no es un casino hecho de acciones y bonos.
Tiene seguridad, también sus fallas; pero aprender a invertir no es perder tiempo que le podamos dar al negocio, no es gastar tiempo en cosas que no sabemos, sino simplemente buscar alternativas cuando nada parece ser una buena opción.
Diversificar las finanzas también es parte de buscar nuestra seguridad en un mundo que no está haciendo muchos esfuerzos por garantizarla.