La comunicación suele ser una de las áreas más subestimadas dentro de las pequeñas y medianas empresas.
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SUSCRIBITEUn factor que no aparece en el balance pero puede frenar el crecimiento.
La comunicación suele ser una de las áreas más subestimadas dentro de las pequeñas y medianas empresas.
Es común encontrar equipos que “resuelven sobre la marcha”, con tareas que se superponen, mensajes contradictorios y esfuerzos aislados que no terminan de generar impacto, al no estar contenidos por una estrategia.
Este caos, lejos de ser una excepción, es parte del día a día de muchas PyMEs.
¿La buena noticia? No hace falta una gran estructura para poner orden. Con criterio, planificación y una mirada estratégica, es posible organizar la comunicación y hacerla jugar a favor del negocio.
Las urgencias del día a día suelen dejar poco margen para detenerse a pensar en cómo se comunica la PyME, tanto hacia adentro como hacia afuera.
Las redes sociales se alimentan “cuando hay tiempo”, los lanzamientos se hacen sin una estrategia clara, y la comunicación interna se resume muchas veces en correos informales o conversaciones de pasillo.
Este esquema genera ruido, desgasta al equipo y transmite una imagen confusa a clientes, colaboradores y proveedores.
Lo que está en juego no es menor: la percepción que se tiene de la empresa, la forma en la que se construye (o no) la confianza con los públicos, y la capacidad de diferenciarse en un entorno saturado.
El caos comunicacional, aunque no se vea en un balance, puede frenar el crecimiento.
Uno de los mitos más frecuentes es que para comunicar bien se necesita un departamento dedicado o una agencia externa.
Sin embargo, muchas veces lo que falta no es estructura, sino criterio.
Una guía clara sobre qué comunicar, a quién, cómo y con qué objetivo. Y ese criterio puede surgir desde adentro, con una mirada estratégica que ordene y priorice.
El primer paso es entender que la comunicación es una herramienta de gestión, no un accesorio.
No se trata solo de “salir en redes” o “diseñar un flyer”: se trata de alinear los mensajes con los objetivos del negocio, definir un tono propio, sostener una presencia coherente y fortalecer los vínculos con los distintos públicos.
No se puede comunicar todo, todo el tiempo. Por eso, ordenar la comunicación empieza por definir prioridades.
¿Qué es lo más importante que tiene que saber mi audiencia? ¿Qué quiero que recuerden de mi empresa? ¿Qué canales uso para llegar con ese mensaje?
A partir de esas respuestas, se puede armar un plan simple pero efectivo: una grilla de contenidos, un calendario de acciones, una hoja de ruta para los lanzamientos.
Planificar no significa ser rígidos; significa tener un mapa para saber hacia dónde vamos, sin depender del apuro o la improvisación, que de seguro harán su aparición.
Otra trampa habitual es pensar que, si el equipo es pequeño, no hace falta definir responsabilidades. Eso genera duplicación de esfuerzos o tareas que no se terminan de ejecutar.
Asignar roles, aunque sea de manera informal, ayuda a que cada persona sepa qué parte del proceso debe llevar adelante y cómo coordinarse con los demás.
No es necesario armar un “organigrama de comunicación”, pero sí establecer un circuito claro: quién define los mensajes, quién los ejecuta, quién los valida.
Incluso si esas funciones recaen en una sola persona, tenerlo claro evita malentendidos y acelera la toma de decisiones.
Organizar la comunicación también implica elevar el estándar.
Evitar los errores comunes -como publicar sin revisar, usar un lenguaje desalineado con la marca o responder con demora- forma parte del profesionalismo que toda PyME necesita proyectar.
La forma en que una empresa se comunica dice mucho de su seriedad, su compromiso y su identidad.
Además, trabajar con una visión de largo plazo permite construir valor.
Una marca clara, coherente y con buen vínculo con sus públicos no solo vende más: también se convierte en un activo estratégico que diferencia y posiciona.
Pasar de una comunicación reactiva a una comunicación planificada no es un lujo reservado para las grandes empresas.
Es una necesidad urgente para las PyMEs que buscan consolidarse, crecer y competir con inteligencia. No se trata de hacer más, sino de hacer mejor.
De elegir bien las batallas, definir una hoja de ruta y trabajar con consistencia.
Porque cuando la comunicación deja de ser un caos y se convierte en criterio, la PyME empieza a hablar con claridad.
Y cuando eso pasa, se escucha, se entiende y, sobre todo, se valora.
Facundo Farias es consultor en comunicación estratégica, marketing de contenidos y prensa.
Speaker y columnista en temas de comunicación para PyMEs y emprendedores.