Por Sergio Candelo. El domingo 21 de septiembre el país estaba al borde de la tormenta perfecta: el dólar amenazaba con explotar hacia $1.800, el riesgo país se disparaba, y el BCRA quemaba más de US$ 1.000 millones en tres ruedas tratando de contener el pánico.
Cada venta parecía una bala menos en el cargador.
Hoy, mientras edito estas líneas, el mismo dólar que nos quitaba el sueño está quieto.
Las redes sociales ya no hablan de colapso sino de la eliminación de River ante Palmeiras, de si Racing campeón de la Sudamericana puede pelear la Libertadores, o de los memes de siempre.
Y lo más extraño: ni siquiera nos damos cuenta de que estamos actuando como si nada hubiera pasado.
La amnesia automática
El domingo 21 de septiembre, en el inicio de una primavera lluviosa, un hombre en Palermo refrescaba su app bancaria cada dos minutos.
"Se va a ir a $1.800", le decía a su mujer con esa gravedad que reservamos para las devaluaciones.
Cinco días después, en el mismo bar, habla del partido de su hijo, del próximo viaje a las cataratas, del auto en cuotas que vio en la publicidad. No recordó ni por un segundo la angustia del domingo.
¿Cómo puede ser? Simple: inercia frente al riesgo crónico.
Es un mecanismo de supervivencia emocional que hemos perfeccionado. Cuando una crisis se repite una y otra vez, el cerebro aprende a "resetear" automáticamente una vez que pasa el peligro inmediato.
Si mantuviéramos cada susto como alerta permanente, sería psicológicamente insostenible.
El problema es que esta amnesia automática nos impide aprender.
El botón de reset mental
Cada vez que salimos raspando -como con el reciente anuncio del swap estadounidense- se activa algo así como un "botón de reset" colectivo.
No es que decidamos conscientemente olvidar. Es que nuestro cerebro, programado para la supervivencia inmediata, archiva automáticamente la amenaza una vez que desaparece.
"Peligro resuelto = página dada vuelta".
Pero hay un bug en este sistema: el alivio desactiva la urgencia de cambios estructurales.
Gestionamos el pánico, pero nunca el sistema que lo genera.
Es un círculo vicioso perfecto:
_La amenaza nos moviliza
_El alivio nos desmoviliza
_Postergamos las reformas que evitarían la próxima amenaza
Los números siguen ahí
Mientras tanto, las reservas netas siguen siendo las que eran. Los US$ 7.000 millones (o algo más en el mejor escenario) no se multiplicaron por arte de magia.
La demanda estructural de dólares tampoco desapareció.
Lo único que cambió fue nuestra percepción del riesgo. El domingo a las 15:00, el dólar a $1.800 era el apocalipsis. Hoy, a $1.350, es "lo normal".
Mañana, si vuelve a subir, volveremos a entrar en pánico con la misma intensidad de siempre.
Es como tener Alzheimer selectivo: recordamos perfectamente cómo salir de la crisis, pero olvidamos por completo por qué entramos.
La pregunta incómoda
Somos como el Dibu Martínez en el minuto 118 de la final del mundo: la atajada épica nos emociona, pero no resolvió el partido. Nos seguimos yendo a penales.
¿Cuántas atajadas milagrosas más podemos hacer sin preguntarnos cómo llegamos siempre al borde del abismo?
La matemática sigue sin alcanzar. Pero ahora sabemos que arreglar los números tampoco basta.
En Argentina, sobrevivir al susto no es lo mismo que resolver lo que lo causa.
Y esa, quizás, sea la diferencia entre zafar y prosperar.
Sergio Candelo, es cofounder de Snoop Consulting.
Fue Presidente de la Cámara de Software (CESSI) y del Project Management Institute (PMI) Chapter Buenos Aires, entre otras instituciones.