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Matías Tombolini

La actividad en el 2018

3 de agosto de 2018 - 16:15

El Relevamiento de Expectativas de Mercado del Banco Central (REM) arrojaba en enero un promedio de crecimiento del 3,1% para el 2018. En el consenso no cabían dudas de que, al fin luego de casi una década, se rompería la famosa “maldición” de los años pares: 2010 (+10.1%) y 2011 (+6%) constituyen el último par de años consecutivos de crecimiento.

Había fundamentos para sostener esas creencias. El 2017 cerró con un cuarto trimestre de aceleración de actividad (1% contra el tercer trimestre, que a su vez había crecido al 0,7%) dejando un arrastre estadístico de 1,3%. Incluso el primer trimestre de año en curso continuó el curso aceleracionista, con un crecimiento desestacionalizado de 1,1% respecto del anterior.

Pero el panorama cambió, o en términos más oficialistas, “la tormenta” ocurrió. Los mercados se complicaron, castigaron la mala praxis macroeconómica argentina con mayor vehemencia que al resto de los emergentes, precipitando el ajuste en los precios de los activos locales, incluyendo monedas, bonos y acciones.

Los efectos sobre la actividad no se hicieron esperar, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) de INDEC, marcó dos caídas consecutivas en abril (-2.8%) y mayo (-1.4%).

En el mes de abril la caída estuvo liderada y casi exclusivamente protagonizada por el sector agropecuario, que decayó más del 30% interanualmente, debido a la sequía. En el mes de mayo la caída fue más repartida, con la industria manufacturera cayendo al -1.5% y Transporte y Comunicaciones al -4.9%.

La aceleración inflacionaria debido a la depreciación de la moneda erosiona el poder adquisitivo de los salarios, deprimiendo el consumo y dando pie a una extensión de la recesión. Al mes de mayo, los salarios acumularon un crecimiento de 8,3% al tiempo que la inflación en ese período fue de 11.9% mientras que en términos interanuales los salarios lo hacían al 24% con una inflación de 26,3%.

La inflación de junio del 3,7% no deja buenas perspectivas para la carrera entre sueldos y precios.

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La paz cambiaria de julio debería haber calmado las aguas pero agosto empieza con una batería de aumentos en los bienes y servicios regulados (transporte, luz, gas, prepagas) seguirán alimentando la inflación.

En este marco, la industria manufacturera en junio cayó interanualmente al 8,1%; petróleo (-19,9%), automotriz (-11,8%) y caucho plástico (-11,1%) lideraron esta caída. En término de expectativas empresariales, sólo el 13% de las empresas encuestadas por INDEC espera un aumento en el tercer aumento.

Esta corrección abrupta del tipo de cambio tiene otras aristas contractivas en el corto plazo. Por un lado, las elevadas tasas de interés que emergieron de la aplicación de control de agregados monetarios para contener la corrida cambiaria.

Por otro lado, estos episodios generan distribución de la riqueza hacia los individuos que tienen activos dolarizados, que en general suelen ser más frugales o bien canalizan la mayor parte de su gasto en el exterior.

Del lado fiscal, el acuerdo con el FMI impone una mayor disciplina que no se piensa cerrar aumentando impuestos (ya demasiado altos) sino con disminución de varios rubros del gasto público tanto real como nominal. La actividad sufriría de una “Doble Nelson” entre el apriete fiscal y la devaluación.

El lado “positivo”, si se le puede sacar algo a estos episodios contractivos, viene del lado del comercio externo. Las importaciones, que en gran medida dependen negativamente del tipo de cambio real y positivamente de los ingresos reales, mostraron una caída interanual del 7,5% en junio (primer rojo en 20 meses).

Esto aliviana parcialmente la restricción externa de la economía argentina, pero es sólo un paliativo de corto plazo para una estructura productiva que durante la última década no logró aumentar sustancialmente sus volúmenes de exportación.

¿Lo peor ya pasó?

De cara al 2019, que es un año electoral, la lógica indica que el gasto público no puede caer mucho. Dependerá de la voluntad del Gobierno de cumplir al pie de la letra el acuerdo con el FMI.

El dólar tuvo un julio pacífico y las tasas de interés acompañaron a la baja. Sin embargo, la decisión por parte de Hacienda de reducir el monto de divisas han traído nuevamente presión sobre el tipo de cambio. De todos modos, es importante la decisión de Hacienda, para comenzar una operatoria que se montó en el medio de una crisis cambiaria.

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