Yo aprendí a emprender construyendo Officenet a fines de la década del 90 y por lo tanto mi visión sobre cómo debía gestarse un proyecto se forjó en aquel momento. Poco después de dejar Officenet en el 2010, junto con Andy, Franco y Frank comenzamos Restorando. La idea era juntar la experiencia y los contactos de dos “viejos” con la energía, la pasión y la brillantez de dos “pendex”.
Pero cuando quise volcar mi experiencia al proyecto mi sorpresa fue enorme. Ser emprendedor hoy no tiene NADA que ver con lo que era 15 años atrás. Mi primer trabajo fue desaprender mucho de lo que sabía para poder incorporar métodos nuevos muy diferentes que son la clave del éxito emprendedor de esta nueva época.
La mejor manera que se me ocurre de explicar este cambio es decir que hace 20 años atrás arrancar un emprendimiento era como el trabajo de un científico social. Te encerrabas en una sala a leer, pensar, investigar; luego conjeturabas de manera teórica qué podía llegar a funcionar y qué no; y finalmente construías un gigantesco documento que intentaba convencer a otros de que tu teoría era correcta. Basado en mi experiencia de Officenet, escribí una serie de tres posts sobre cómo empezar un proyecto que están todos entre los más leídos de la historia del blog.
Sin embargo, hoy en día ser emprendedor se parece mucho más al trabajo de un científico de laboratorio. Ya no se trata de pensar y construir una teoría sino de plantear una hipótesis y construir un experimento que la valide o la desmienta. Gran parte del talento pasa por construir buenas hipótesis y diseñar bien los experimentos para que realmente te contesten lo que te estás preguntando y te permitan sacar conclusiones o reformular nuevas hipótesis más profundas. Como resultado, el documento final a presentar a un posible inversor no intenta convencer con argumentos sino con datos reales. Hacer esto bien es uno de las principales focos que tenemos en Quasar.
Opiniones versus hechos
Para mí, que cuando era chico quería ser científico e inventor, ¡este cambio es absolutamente fascinante! El proceso de emprender nunca fue tan creativo y estimulante como ahora. Pero a la vez cambia mucho las reglas de juego. Por muchos años, cuando alguien se acercaba a mí para contarme su idea y pedirme mi opinión sobre su proyecto, yo hacía un esfuerzo por aplicar mi experiencia previa para extrapolarla al nuevo contexto y darle mi visión. Hoy en día, cada vez que alguien pide mi opinión mi respuesta es siempre la misma: “¿¿¿Qué corno importa mi opinión???“.
Lo hago por dos motivos: el primero es que realmente creo que mi opinión es completamente irrelevante, ¡como lo es también la del propio emprendedor!. En otras palabras, no importa la mía, no importa la tuya ni la de nadie. Solo importa que me cuentes qué experimentos hiciste y qué resultados tuviste. El segundo motivo es que cuando esa persona busca mi opinión me doy cuenta que está atrapada en el paradigma anterior (el que tristemente siguen enseñando hoy las universidades y concursos de planes de negocio) y lo mejor que puedo hacer por él o ella es precisamente ayudarlo romper esa mentalidad.
Si se trata de aprender de terceros acerca de tu idea, para mí la mejor fuente de aprendizaje sigue siendo esta…